NO HAY NADA MAS PELIGROSO QUE UN EX PROGRE TRABAJANDO EN EL GRUPO CLARÍN.
SON MUCHO MAS PELIGROSOS QUE LA OPOSICION ABURRIDA...
Fuente : TERRA
Fuente : TERRA
Chacón). En "Zonceras argentinas y otras yerbas", el jefe de Gabinete de Ministros de la Nación, Aníbal Fernández, desarma una serie de nuevos mitos locales inspirado en la matriz acuñada en su momento por Arturo Jauretche, en su célebre "Manual de zonceras argentinas".
El libro, que lleva un prólogo de la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, publicado por la editorial Planeta, jamás pierde el sentido del humor y la orientación política que lo dispara.
La titular del Ejecutivo nacional explicita en el prólogo esa orientación: enfrentar "la calumnia, la mentira, la difamación, la distorsión y la madre que las parió a todas la desinformación. El ocultamiento como método sistemático de un aparato cultural que hoy encuentra su mayor despliegue en empresas de medios de comunicación concentradas y monopólicas".
"Zonceras argentinas..." es el segundo título de este contador público y abogado nacido en Quilmes en 1957. Fue ministro del Interior primero y luego de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos durante el gobierno de Néstor Kirchner.
En la actualidad, además de la Jefatura de Gabinete, dirige el Instituto de Estrategia y Desarrollo "Arturo Jauretche", y es autor de un libro de recopilación de discursos de Eva Perón.
"Manual de zonceras argentinas. Un clásico. Cuando Aníbal -Fernández, claro, ¿qué otro?- me dijo que había hecho uso de la invitación que Arturo Jauretche formulaba (...) en su antológica obra, al dejar hojas en blanco para quien quisiera escribir sobre otras zonceras que, seguro, iban a aparecer por aquello de que `cuando muere el zonzo viejo, queda la zonza preñada` y me pidió que prologara su libro, no sólo no dudé, sino que además me encantó", escribe la presidenta en el prólogo.
Así que con ese empujón arranca este `manual`, primero y principal, recordando una definición clave de Jauretche: "Las zonceras (...) consisten en principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia -y en dosis para adultos- con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido".
Un ejemplo para Fernández es la comunicación hegemónica.
Leemos: "Los poderosos, con sus aparatos mediáticos omnipotentes, habían convencido a ese hombre de algo que ningún trabajador sobre la faz de la Tierra admitiría: que no hay que aumentarle el sueldo".
"De ésa y de otras zonceras que lastiman sus propias dignidades y los hacen más infelices -sostiene-. De no creer, ¿no? Cómo puede ser que los tipos lo estén jorobando y encima logren que levante los ojos al cielo y diga: `¡Gracias!`".
En el tono coloquial de la prosa siempre se cuela un dejo irónico; sólo hay que escuchar a Fernández hablar alguna mañana por la radio para apreciar su velocidad y el ingenio de sus réplicas, que ahora sabemos -como cualquier producto intelectual- está afectado por influencias.
El ministro compone un muestrario de lugares comunes, que se filtran en el discurso de muchos ciudadanos que creen que hablan cuando en rigor son hablados por la lengua de los medios. Uno de los ejemplos es el que se repitió durante meses: "El ex presidente Kirchner es hegemónico/es un autoritario".
Esta zoncera "a modo de cantinela empezó a los pocos días de asumir la presidencia, en el año 2003 (...) Bien mirado, hoy podríamos afirmar que comenzó justo después que uno de los dos más grandes diarios del país, a través de un artículo firmado por su secretario de redacción el 15 de mayo de 2003 (...) le quiso marcar la cancha a Kirchner".
Ese diario es La Nación. Y el artículo estaba firmado por Claudio Escribano. Ese hombre, escribe Fernández, "le anunciaba que `su Gobierno duraría sólo un año` y le envió, vía matutino -aunque también tuvieron una reunión privada-, un sorprendente pliego de condiciones que exigía la más absoluta capitulación".
¿Cuántas zonceras desmenuza el funcionario? Algunas, diversas, sobre población e inmigración; sobre la autoridad, sobre las instituciones, sobre la economía, sobre `el campo`, sobre los medios de comunicación, sobre los títulos que no fueron, y otras más.
Sin embargo, en este libro campea el humor, el buen humor, al punto que Fernández seguramente recordará, de su paso por el Ejecutivo, varias anécdotas que disfrazadas de zonceras aparecen en sus páginas.
El libro, que lleva un prólogo de la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, publicado por la editorial Planeta, jamás pierde el sentido del humor y la orientación política que lo dispara.
La titular del Ejecutivo nacional explicita en el prólogo esa orientación: enfrentar "la calumnia, la mentira, la difamación, la distorsión y la madre que las parió a todas la desinformación. El ocultamiento como método sistemático de un aparato cultural que hoy encuentra su mayor despliegue en empresas de medios de comunicación concentradas y monopólicas".
"Zonceras argentinas..." es el segundo título de este contador público y abogado nacido en Quilmes en 1957. Fue ministro del Interior primero y luego de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos durante el gobierno de Néstor Kirchner.
En la actualidad, además de la Jefatura de Gabinete, dirige el Instituto de Estrategia y Desarrollo "Arturo Jauretche", y es autor de un libro de recopilación de discursos de Eva Perón.
"Manual de zonceras argentinas. Un clásico. Cuando Aníbal -Fernández, claro, ¿qué otro?- me dijo que había hecho uso de la invitación que Arturo Jauretche formulaba (...) en su antológica obra, al dejar hojas en blanco para quien quisiera escribir sobre otras zonceras que, seguro, iban a aparecer por aquello de que `cuando muere el zonzo viejo, queda la zonza preñada` y me pidió que prologara su libro, no sólo no dudé, sino que además me encantó", escribe la presidenta en el prólogo.
Así que con ese empujón arranca este `manual`, primero y principal, recordando una definición clave de Jauretche: "Las zonceras (...) consisten en principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia -y en dosis para adultos- con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido".
Un ejemplo para Fernández es la comunicación hegemónica.
Leemos: "Los poderosos, con sus aparatos mediáticos omnipotentes, habían convencido a ese hombre de algo que ningún trabajador sobre la faz de la Tierra admitiría: que no hay que aumentarle el sueldo".
"De ésa y de otras zonceras que lastiman sus propias dignidades y los hacen más infelices -sostiene-. De no creer, ¿no? Cómo puede ser que los tipos lo estén jorobando y encima logren que levante los ojos al cielo y diga: `¡Gracias!`".
En el tono coloquial de la prosa siempre se cuela un dejo irónico; sólo hay que escuchar a Fernández hablar alguna mañana por la radio para apreciar su velocidad y el ingenio de sus réplicas, que ahora sabemos -como cualquier producto intelectual- está afectado por influencias.
El ministro compone un muestrario de lugares comunes, que se filtran en el discurso de muchos ciudadanos que creen que hablan cuando en rigor son hablados por la lengua de los medios. Uno de los ejemplos es el que se repitió durante meses: "El ex presidente Kirchner es hegemónico/es un autoritario".
Esta zoncera "a modo de cantinela empezó a los pocos días de asumir la presidencia, en el año 2003 (...) Bien mirado, hoy podríamos afirmar que comenzó justo después que uno de los dos más grandes diarios del país, a través de un artículo firmado por su secretario de redacción el 15 de mayo de 2003 (...) le quiso marcar la cancha a Kirchner".
Ese diario es La Nación. Y el artículo estaba firmado por Claudio Escribano. Ese hombre, escribe Fernández, "le anunciaba que `su Gobierno duraría sólo un año` y le envió, vía matutino -aunque también tuvieron una reunión privada-, un sorprendente pliego de condiciones que exigía la más absoluta capitulación".
¿Cuántas zonceras desmenuza el funcionario? Algunas, diversas, sobre población e inmigración; sobre la autoridad, sobre las instituciones, sobre la economía, sobre `el campo`, sobre los medios de comunicación, sobre los títulos que no fueron, y otras más.
Sin embargo, en este libro campea el humor, el buen humor, al punto que Fernández seguramente recordará, de su paso por el Ejecutivo, varias anécdotas que disfrazadas de zonceras aparecen en sus páginas.
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